Transformar al mundo solo es posible a través de nuestras acciones, que  debemos emprender por separado para que en suma forjen una realidad distinta, de la cual debemos estar  conscientes.
Levedad del ser.
La “formula” no está funcionando aquí ni allá, lejos de las concepciones tradicionales de cultura, el mundo de lo humano se ha revolucionado en la última década, como si fuese posible pensar un mundo igual  y libre sin divisiones territoriales o ideológicas.  Muchas personas se suman todos los días a la idea de lograr un mundo igual y justo, idea que para algunos representa una fantasmagoría escalofriante, estamos aprendiendo a dejar de delegar nuestra responsabilidad, frente a esa idea y este mundo, para ocuparnos de hacer y buscar las “formas” que lo hagan posible.
Confieso que a mí me aterroriza, en el inter de la concreción  de esas ganas, la realidad que hemos aceptado como herencia del pasado y como forma de vida, una muy cruel y muy pocas veces rescatable de contar. No soy  fanático de los actos heroicos, de esos que pareciera son producto de un proyecto o de la casualidad, cuya  única intención es la de cambiar al mundo, probablemente porque hemos creído que el camino se acota al milagro de lo imposible y a la utopía de los sentidos, pero si soy un fiel seguidor de las acciones que cada uno emprende, primero para cambiar su propia  vida y después para contar lo posible de ese cambio, he encontrado más ejemplos a mi alrededor, de acciones concretas, que me incitan a reflexionar sobre dos aspectos: la realidad y las acciones.
La realidad, intento no hacer digresiones tan filosóficas, es una construcción de lenguaje de común acuerdo que damos por existente,  decimos “así son las cosas”  con un dejo perfecto de aceptación frente a lo que “eso es” sin preguntarnos ¿Qué pasaría si fuese distinto? Mucho tiempo Dios fue el responsable de que eso fuese así y hoy es el Dinero el que asume el protagónico principal.  Si dejamos a la “intención”, de querer un mundo libre y justo,  probablemente lo veamos imposible pues “no está en nuestras manos” hacerlo “realidad” pero si depositamos senda responsabilidad en el Dinero, lo dudaríamos, con la probabilidad muy alta, de decir que entonces si es posible.
Dinero una invención  del lenguaje, es decir en lo inexistente de nuestra realidad, para justificar la moneda o papel, en lo existente de nuestra realidad, que nos evidencia la lógica en la que las masas son movidas por unas cuantas mentes generadoras de ideas, que posibilitan la realidad de quienes no se atreven a ser también generadores, para concretar acciones dirigidas a un fin.  Nos han contado que el dinero es la mejor, por consiguiente única, manera de  obtener justamente todo aquello que necesitamos para vivir dentro de un colectivo, es racional y además práctico recurrir a un billete a cambio de un bien o servicio que necesito.  En este tiempo hemos depositado todas las posibilidades en un papel o moneda gravada con determinado valor numérico. La fe de un mundo mejor radica en tener la suficiente cantidad monetaria para hacerlo posible.
Las acciones, aquello que emprendemos y hacemos existente, que en su mayoría están condicionadas por las ideas propias y las de los otros,  son realidad las generadoras de la realidad que tenemos hoy de frente. Podemos pensar y hacer que el Dinero, que solo existe en la mente de las personas pero no en el mundo real y palpable, construya nuestros frenos o posibilite nuestra libertad soslayando que eso solo es posible por la acción que emprendemos, la de creer y la de forjar la moneda o papel. ¿Qué pasaría si 10 personas ven un billete tirado en el suelo? Lógicamente la mayoría se dirigiría a levantarlo, porque ese billete tiene un valor numérico, por la única razón de que esas 10 personas lo aceptan. ¿Qué pasaría si esas 10 personas no recogen el billete? Entonces habrán decidido que ese papel no tiene ningún valor numérico.  Entre aceptar y decidir existen muchas y sustanciales diferencias,  aceptar no siempre indica analizar lo que de frente estamos dando por hecho como decidir no siempre implica aceptar eso.  Las acciones, aquellas que se originan en la decisión de cada uno, forjan la realidad. SI nosotros aceptamos que el Estado es el responsable de legislar, administrar y vigilar lo colectivo, aquello que implica mi relación frente a cien o a un individuo, estamos aceptando ciertas “formas”  para la consecución de un mundo libre y justo.  Formas que  creemos son las correctas, como la ley o la democracia, que nos permiten crear o preservar ese mundo.  La realidad entonces está compuesta por un conjunto de acciones que definen lo que está pasando,  aceptamos la validez del dinero, del Estado, de la  división del trabajo, de la ley,  de los intereses, de la inflación, del crecimiento, de las vitaminas, del ejercicio,  siendo capaces de convertir todo ello en una formula sagrada. Es común tener el comodín,  que salta mi responsabilidad para delegarla al otro, siendo efectiva la razón de abstenerse o actuar en la disposición de cambiar al mundo.
Sí, soy partidario de la libertad consciente, que aun siendo una construcción del lenguaje,   augura la posibilidad de accionar nuestras capacidades de frente a un mundo.  Si nuestra realidad es tan endeble en lo colectivo por supuesto que puede, solo a pesar de ello, fortalecerse en nuestra individualidad.  Las acciones concretas son actos que emprendemos para sostener o cambiar esa realidad, recoger el billete o dejarlo tirado, cual único condicionamiento debe ser el límite de nuestra libertad ideada solo por cada uno. Lo colectivo es la ficción de la suma de millones de libertades e ideas que accionan la heterogeneidad de las sociedades,  construyendo inconscientemente el  rumbo de nuestros tiempos.  El reto yace en ser conscientes, para ser capaces, de transformar la realidad que impera en el mundo. Es posible solo si nuestras acciones están encaminadas a un progreso mental que se convierta en la panacea de la miseria del mundo.

Asumir nuestras acciones conlleva asumir la realidad, que cruenta o no, es la decisión que cada uno, al actuar u omitir, aporta para un mundo que no nos pertenece.  Solo cambiaremos al mundo si cambiamos nuestras acciones.  Crear es un proceso de ideas que buscan “formas” mejores de accionarnos. No podemos ser partícipes del juego vicioso de la abstención y aceptación de una realidad,  donde dos personas son extremadamente millonarias frente a millones de personas que son extremadamente pobres,   tan solo una muestra de lo que creemos no puede ser de otra forma,  que nos incita a ser más creativos y accionarios de lo que es nuestra vida. 

Luis García Mendoza.

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