Acciones que crean nuestra realidad.
Transformar al mundo solo es posible a través de nuestras acciones, que debemos emprender por separado para que en suma forjen una realidad distinta, de la cual debemos estar conscientes.
Levedad del ser. |
Confieso que a mí me aterroriza, en el inter de la
concreción de esas ganas, la realidad
que hemos aceptado como herencia del pasado y como forma de vida, una muy cruel
y muy pocas veces rescatable de contar. No soy
fanático de los actos heroicos, de esos que pareciera son producto de un
proyecto o de la casualidad, cuya única
intención es la de cambiar al mundo, probablemente porque hemos creído que el
camino se acota al milagro de lo imposible y a la utopía de los sentidos, pero
si soy un fiel seguidor de las acciones que cada uno emprende, primero para
cambiar su propia vida y después para
contar lo posible de ese cambio, he encontrado más ejemplos a mi alrededor, de
acciones concretas, que me incitan a reflexionar sobre dos aspectos: la
realidad y las acciones.
La realidad, intento no hacer digresiones tan
filosóficas, es una construcción de lenguaje de común acuerdo que damos por
existente, decimos “así son las
cosas” con un dejo perfecto de
aceptación frente a lo que “eso es” sin preguntarnos ¿Qué pasaría si fuese
distinto? Mucho tiempo Dios fue el responsable de que eso fuese así y hoy es el
Dinero el que asume el protagónico principal.
Si dejamos a la “intención”, de querer un mundo libre y justo, probablemente lo veamos imposible pues “no
está en nuestras manos” hacerlo “realidad” pero si depositamos senda
responsabilidad en el Dinero, lo dudaríamos, con la probabilidad muy alta, de
decir que entonces si es posible.
Dinero una invención del lenguaje, es decir en lo inexistente de
nuestra realidad, para justificar la moneda o papel, en lo existente de nuestra
realidad, que nos evidencia la lógica en la que las masas son movidas por unas
cuantas mentes generadoras de ideas, que posibilitan la realidad de quienes no
se atreven a ser también generadores, para concretar acciones dirigidas a un
fin. Nos han contado que el dinero es la
mejor, por consiguiente única, manera de
obtener justamente todo aquello que necesitamos para vivir dentro de un
colectivo, es racional y además práctico recurrir a un billete a cambio de un
bien o servicio que necesito. En este
tiempo hemos depositado todas las posibilidades en un papel o moneda gravada
con determinado valor numérico. La fe de un mundo mejor radica en tener la
suficiente cantidad monetaria para hacerlo posible.
Las acciones, aquello que emprendemos y hacemos
existente, que en su mayoría están condicionadas por las ideas propias y las de
los otros, son realidad las generadoras
de la realidad que tenemos hoy de frente. Podemos pensar y hacer que el Dinero,
que solo existe en la mente de las personas pero no en el mundo real y
palpable, construya nuestros frenos o posibilite nuestra libertad soslayando
que eso solo es posible por la acción que emprendemos, la de creer y la de
forjar la moneda o papel. ¿Qué pasaría si 10 personas ven un billete tirado en
el suelo? Lógicamente la mayoría se dirigiría a levantarlo, porque ese billete tiene
un valor numérico, por la única razón de que esas 10 personas lo aceptan. ¿Qué
pasaría si esas 10 personas no recogen el billete? Entonces habrán decidido que
ese papel no tiene ningún valor numérico.
Entre aceptar y decidir existen muchas y sustanciales diferencias, aceptar no siempre indica analizar lo que de
frente estamos dando por hecho como decidir no siempre implica aceptar eso. Las acciones, aquellas que se originan en la
decisión de cada uno, forjan la realidad. SI nosotros aceptamos que el Estado
es el responsable de legislar, administrar y vigilar lo colectivo, aquello que
implica mi relación frente a cien o a un individuo, estamos aceptando ciertas
“formas” para la consecución de un mundo
libre y justo. Formas que creemos son las correctas, como la ley o la
democracia, que nos permiten crear o preservar ese mundo. La realidad entonces está compuesta por un
conjunto de acciones que definen lo que está pasando, aceptamos la validez del dinero, del Estado,
de la división del trabajo, de la ley, de los intereses, de la inflación, del crecimiento,
de las vitaminas, del ejercicio, siendo
capaces de convertir todo ello en una formula sagrada. Es común tener el comodín, que salta mi responsabilidad para delegarla
al otro, siendo efectiva la razón de abstenerse o actuar en la disposición de
cambiar al mundo.
Sí, soy partidario de la libertad consciente, que
aun siendo una construcción del lenguaje, augura
la posibilidad de accionar nuestras capacidades de frente a un mundo. Si nuestra realidad es tan endeble en lo
colectivo por supuesto que puede, solo a pesar de ello, fortalecerse en nuestra
individualidad. Las acciones concretas
son actos que emprendemos para sostener o cambiar esa realidad, recoger el billete
o dejarlo tirado, cual único condicionamiento debe ser el límite de nuestra
libertad ideada solo por cada uno. Lo colectivo es la ficción de la suma de
millones de libertades e ideas que accionan la heterogeneidad de las
sociedades, construyendo inconscientemente
el rumbo de nuestros tiempos. El reto yace en ser conscientes, para ser
capaces, de transformar la realidad que impera en el mundo. Es posible solo si
nuestras acciones están encaminadas a un progreso mental que se convierta en la
panacea de la miseria del mundo.
Asumir nuestras acciones conlleva asumir la
realidad, que cruenta o no, es la decisión que cada uno, al actuar u omitir,
aporta para un mundo que no nos pertenece.
Solo cambiaremos al mundo si cambiamos nuestras acciones. Crear es un proceso de ideas que buscan “formas”
mejores de accionarnos. No podemos ser partícipes del juego vicioso de la abstención
y aceptación de una realidad, donde dos
personas son extremadamente millonarias frente a millones de personas que son
extremadamente pobres, tan solo una muestra de lo que creemos no
puede ser de otra forma, que nos incita
a ser más creativos y accionarios de lo que es nuestra vida.
Luis García Mendoza.
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